El monte Kailash, la montaña sagrada
Esta vez vengo a hablar de un monte verdaderamente sagrado, un gigantesco templo real que reposa entre las blancas montañas del Tíbet: El monte Kailash. Su propio nombre posee de por sí una fuerza arrolladora, una sonoridad de mantra. No se sabe con certeza qué significa, aunque la traducción tibetana es algo así como “Preciosa joya de nieve”.
El primer dato relevante es que puede considerarse una de las pocas grandes montañas (tiene más de 6.000 metros) que siguen siendo vírgenes, es decir, no hay constancia de llegadas a la cima, aunque se cree que más de una persona murió intentando coronarla. De por sí, no debería ser escalada por el enorme significado religioso de la misma, y aun así parece que la montaña también se defiende de ser escalada.
También es importante, para comprender su importancia, el hecho de que en la misma nacen cuatro grandes ríos (entre ellos el Indo).
El monte Kailash es sagrado tanto para los hinduistas como para los budistas, y cada una de las religiones explica de manera muy distinta el por qué. Para los hinduistas, el dios Shiva tiene su morada en la cima. La montaña en sí representa su propio miembro, y el lago que reposa a sus pies, en el valle, es la vagina de su mujer Parvati. La montaña se convierte en el centro de un mándala, y los cuatro ríos que se originan en sus entrañas fluyen cada uno a un lugar, separando el mundo en cuatro reinos.
Para los budistas, el monte es el hogar del Buda Demchok, el buda de la dicha absoluta. Pero, además, el monte es el escenario de una leyenda muy conocida dentro del budismo: Tuvo lugar un enfrentamiento entre dos maestros, uno de ellos Milarepa (poeta y santo, considerado uno de los pocos hombres en alcanzar la iluminación en una sola vida). Decidieron poner fin al conflicto a través de una carrera; quien primero alcanzara la cima sería el vencedor. Todos se quedaron sorprendidos cuando, al comenzar, Milarepa se sentó y meditó en vez de comenzar el ascenso. Cuando su adversario estuvo a punto de llegar a la meta, los discípulos del maestro se quedaron estupefactos al ver a este montar en los sutiles rayos solares y ser el primero en tocar la cima. Una bonita imagen, ¿No?
Además, este monte es un lugar de peregrinación, y son miles los que cada año llegan hasta allí para contemplar con sus propios ojos esta inmensa belleza rocosa. Al no poder subir, tiene lugar un ritual muy curioso: Deben dar la vuelta a la montaña (un camino de 52 km) en un solo día. Los hinduistas y budistas creen que esta vuelta tiene que darse en el sentido de las agujas del reloj, mientras que las demás creencias del lugar lo hacen al revés.
Es fascinante pensar cómo, al dotar a la montaña de un componente divino, los ojos que la contemplan ven “respirar” las rocas que la forman.
Pancho Aguirre Vidal
@paxtorfilms
3 comentarios
Que maravilla de montaña!!!!
Muy buen articulo, espero poder visitar esa zona algun dia !!
Sin duda un lugar mágico. Gracias Pancho por acercanos y hacernoslo sentir.