En el artículo anterior se puso de relieve la íntima relación entre Jack Kerouac y la montaña, dejando claro que esta fue para el norteamericano una fuente de inspiración y de belleza imperecedera como las rocas que la forman. En este segundo artículo, y en pos de escribir algo que se separe ligeramente del tono del blog, el senderismo, continúo hablando de las montañas ligadas al arte. En este caso le toca el turno al cine.
Cuando se escucha el nombre de Alejandro Jodorowsky se puede apreciar la enorme diversidad de opiniones sobre su persona. Algunos dirán que es un charlatán, y otros lo alabarán como un iluminado. Al margen de todos los adjetivos posibles que se le pueden atribuir (y no son pocos), no se puede poner en tela de juicio el valor artístico de muchas de sus obras. Una de las más reconocidas, y muy probablemente su obra maestra, es La Montaña Sagrada, película de 1973 que ya en su estreno fue motivo de controversia. Producida gracias a la influencia de los Beatles, nos narra el ascenso de una montaña a manos de los representantes del sistema solar para alcanzar la inmortalidad, sustituyendo a los antiguos sabios.
El film se divide en tres partes bien diferenciadas: La primera nos muestra a un hombre físicamente idéntico a Cristo que se expone a la civilización, al ruido, a lo indecente y lo confuso, en definitiva: al caos. Sucumbe ante esta vorágine de automóviles, turistas y prostitutas que conforman el collage de la ciudad, y termina emborrachándose. Al despertar, confuso y asfixiado, no logra verse a sí mismo, y busca la ayuda de un gurú para “despertar”.
Dejando de lado muchos de los simbolismos utilizados, uno de los mensajes principales es claramente visible, aunque está sujeto a algunas de mis interpretaciones. El ser humano, encerrado en la jaula de edificios y asfalto, olvida la visión del mundo natural, lugar del que se procede y al que se vuelve. El gurú, interpretado por el propio director, le brinda al protagonista la posibilidad de ascender a la Montaña sagrada, convirtiéndose este último en una especie de guía, enseñando las virtudes de llegar a la cumbre e instando a no detenerse.
La segunda parte de la cinta nos presenta a los “senderistas” que nos acompañarán en la subida, siendo cada uno de ellos un representante de los diferentes planetas del sistema solar. Con intereses completamente opuestos y conceptos de felicidad terribles, deberán dejar atrás sus apegos materiales y mentales para liberarse del ego. Incluso el personaje principal queda completamente diluido entre el grupo, haciendo que todos se vuelvan uno solo.
La tercera parte es la propia subida, que se convierte en un camino de purificación. Como tarotista, Jodorowsky conoce y sabe utilizar los símbolos en pos de crear un camino visual y, en cierto modo, vital, para mostrarnos cómo la montaña exige un sacrificio. La estructura general del tarot se puede contemplar como una ascensión, pues a través de los distintos arcanos, reflejos de estados físicos y mentales, llegamos a la realización completa. La montaña, en esta película, se convierte en una carta más.
La última escena es probablemente la más destacable, tanto por su impacto como por su mensaje (ATENCIÓN SPOILER): Cuando todos han coronado la montaña, el director rompe la cuarta pared. El plano se abre y se nos muestra a todo el equipo de rodaje, mostrando la farsa. La realidad espera a sus personajes, y también nos espera a nosotros, a que emprendamos el viaje hacia nuestra montaña sagrada. Para nuestra sorpresa, cuando lleguemos a la cumbre no encontraremos la inmortalidad, sino que acabaremos aún más mortales y, por ende, más humanos de lo que hemos sido nunca.
Las montañas que nos rodean, que tenemos al alcance de la mano, pueden ser vistas como la prueba necesaria para comprender la importancia del sacrificio, y la propia ascensión se convierte en el descenso hacia el interior de nuestra alma.
Pancho Aguirre Vidal
@paxtorfilms
Un comentario
Polémico Jodorowsky y fantástico articulo, Pancho Aguirre, te seguiré en las RRSS